"El viaje es solo el comienzo" - Artículo final


El día que todo empezó, Erásel,  había seguido su rutina duramente, por la mañana ir al colegio y compartir clase con sus aburridos compañeros y estrictos profesores. Una vez acababan las clases, ponía rumbo a casa de su querido abuelo. Quién le contaba entretenidas historias de sus aventuras de joven. Pero ese día el abuelo de Erásel tenía  que ir al médico y no pudo ir. De camino a casa al ir a cruzar la calle, esperando en el paso de peatones, un coche pasó por encima de un charco y le salpicó.

¿Qué podría ir peor? – pensaba decepcionado Erásel.

Corrió lo que faltaba de camino hasta casa. Al llegar no encontró a nadie y decidió merendar. ¡No quedaba chocolate!, no sería el peor día de la vida de Erásel, pero no quedaba lejos hasta el momento. Un rato después, apareció su padre y le pidió que le acompañara. Subieron rápidamente al coche, sin saber el destino, mirando por la ventanilla veía las calles de Lagumbra, así se llamaba la pequeña ciudad donde vivía.

Durante el recorrido atravesó la ciudad, que él aborrecía. Miraba las casas, con muchos colores, pero siempre el mismo patrón, dos edificios azules, uno amarillo, tres magenta y un edificio público de color blanco y negro. No había más colores en el mundo. Los habitantes de la ciudad seguían las severas normas de los dirigentes, incluso para andar por la ciudad tenían que ir por una acera o por otra según el sentido que tuviesen. Los vehículos se movían gracias a un combustible natural que olía fatal. Muchos intentaban salir de aquel lugar, pero era muy difícil conseguirlo, los castigos eran durísimos y nadie que lo hubiese intentado había vuelto para contarlo. Las personas recibían una educación basada en la obediencia, la escucha y la reproducción automática. Pensar, actuar o soñar por sí mismos estaba prohibidos. Rara vez se escuchaba a alguien reír, o se veía alguna sonrisa.

Cuando Erásel preguntó al padre su destino, le dijo: - ya lo verás, tu madre ha estado guardando una sorpresa durante mucho tiempo, y hoy por fín la compartirá con el mundo. –

Él veía la cara de su padre, que se mostraba entre preocupado y feliz. Al llegar al hospital se encontraron con el resto de la familia, Erásel corrió a abrazar a su querido abuelo, quien se bañaba en un mar de lágrimas. Le dijo que había tenido un hermanito. Él no sabía que sentir, preguntó por su madre. El abuelo le abrazó fuerte y no respondió. Erásel supo que pasaba algo, se soltó de su abuelo y entró en la habitación, allí vio a su pequeño hermano y a un montón de médicos tratando de salvar la vida de la madre. Erásel no entendía nada, se puso a llorar entre los brazos de su abuelo, hasta que cayó rendido de agotamiento.
Esa noche soñó como nunca lo había hecho. Era el único momento en el que no estaba atado a ninguna norma que se lo impidiera, por suerte, él en la escuela se aburría y no seguía caso de aquella doctrina. En el sueño aparecía él, con su familia apoyándole, recibiendo un premio.

De pronto, todo empezó a temblar, su sueño se derrumbaba, un vórtice le absorbía, dónde estaba, qué era todo aquello se preguntaba. Se frotaba los ojos, veía colores que jamás había visto, verde, naranja, morado,… Era una ciudad, no muy diferente a la suya, era pequeña con las calles amplias, pero la gente sonreía. Había una especie de objetos cuadrados que sobresalían de las casas, en ellos grafías, que parecían decir algo pero que el solo había escuchado hablar de ellas en la sección prohibida de la biblioteca. Al preguntar a un habitante de la ciudad, pronto se sonrió y se dio cuenta que no era de ese lugar. Amablemente le explicó que eran grafitis, palabras escritas de forma artística.

Erásel se quedó un rato pensando en el arte, era la primera vez que veía algo así. Al mirar los carteles cada uno decía más que lo que propiamente la palabra expresaba. Se paró delante de uno que ponía alcalde, la puerta del edificio se abrió y salió Jeruncio, el hijo del alcalde. Este le saludo efusivamente y le invitó a entrar a hablar con su padre. Erásel se temía lo peor, en su ciudad nadie había visto al director supremo, solo los que eran castigados. Estaba aterrado.

Jeruncio explicó a su padre que el joven que le acompañaba era el forastero de quien hablaba todo el mundo. El alcalde acudió rápido a su encuentro y le dijo que era la primera persona que visitaba su ciudad. Así que le enseño todo lo que albergaba aquel extraño lugar. Poco a poco Erásel fue cambiando su actitud, no tenía miedo. Descubrió todo aquello que en su ciudad prohibían, el arte, la experimentación, la expresión y jugar por jugar.

Quería conocerlo todo más, pero Jeruncio le explicó que solo podría estar en el mundo seis días, y el primero estaba a punto de terminar. El alcalde le propuso que se centrase en lo que más le gustase, que él mismo junto con su hijo podrían ayudarle. Erásel se puso a pensar, empezó a descartar todo aquello que jamás podría hacer en su mundo, no jugaría con sus aburridos amigos, no podría experimentar ni expresarse bajo pena de castigo, ni tampoco pintar o esculpir sin material disponible. Se quedaba sin opciones, hasta que miró en una balda y vio un libro nuevo para él. Preguntó por el libro y le dejaron leerlo. Al terminar, se dirigió emocionado a ellos y les preguntó si se trataba de una historia real. Jeruncio se reía a carcajadas. Mientras su padre, restando importancia a la risa de su hijo, le habló de la Literatura.

La literatura es un arte hecho con palabras, que ordenándolas de diferentes sentidos adquieren unos sentimientos especiales. Erásel lo entendió al instante, en su escuela había leído algún libro así, se lo comentó a sus nuevos amigos. Les contaba que en Lagumbra los libros al final tenían una enseñanza, por lo que esperaba oír la que tenía este que se acababa de leer. El alcalde reía ahora, mientras Jeruncio decía que la literatura no tiene actitud moralizante o didáctica, la literatura solo tiene como objetivo el artístico. Erásel seguía diciendo que sus textos también lo tenían, pero sus amigos le explicaban que esos textos no dejaban libertad al autor para sacar sus propias ideas, conclusiones o enseñanzas, sino que eran impuestas. - No son peores libros – decían, pero tienen usos diferentes. Los libros de los que hablaba Erásel eran paraliteratura, que según explicaban, no se trataban de textos literarios, así como los textos informativos entre otros. La principal diferencia es la actitud, como ya le habían explicado, didáctica o moralizante.

Estos conceptos eran nuevos para Erásel, pero tratando de analizarlos, pidió que le hablaran de la literatura, ese mundo recién descubierto. Le dejaron un libro y comenzó a leer: “La literatura responde a cuatro principios, su objetivo es artístico, la función poética predomina en el escrito,  sus estilos pertenecen a la narrativa, la poesía o la obra teatral, y son textos de ficción.”

Tras asimilar estos conceptos, decidió centrarse en esos cinco días que le quedaban en la literatura, para poder llevarse algo a su mundo. El alcalde se puso serio, y le dijo: - Para que puedas coger la literatura y llevarla a tu mundo, tendrás que pasar cinco pruebas. – Erásel aceptó el reto y se fue a dormir a la habitación de invitados que Jeruncio le había preparado.

A la mañana siguiente, comenzó su primer prueba, tendría que elegir un libro para trabajar con sus compañeros de clase. Para ello, se bajó a la biblioteca y se puso a leer hasta que sus ojos no podían procesar más palabras. Se acercó a su amigo Jeruncio y le pidió algún consejo. Él, con mucho gusto, le explicó que para buscar literatura infantil tendría que buscar a partir de mediados del siglo XX, porque la mayoría de escritos anteriores, para niños, no tenían objetivo artístico. Entonces se fue a la parte de la biblioteca que le había recomendado su amigo.

Las siguientes lecturas le llevaron a vivir apasionantes aventuras con un libro entre las manos y sentado en un cómodo sofá. Estos libros si que le interesaban. Se paró a pensar qué es lo que cambiaba de los libros que había leído anteriormente, para adultos la mayoría, y los que acababa de descubrir. La experiencia artística y la identificación afectiva que había sentido con los personajes de los libros serían las que marcasen la diferencia. El uso de la literatura, para llevarla  a sus compañeros tendría que tener un modelo de identificación con el que equiparar su desarrollo.

Al atardecer, Erásel se presentó en el despacho del alcalde, quién se interesó por el trabajo que había llevado a cabo. Viendo el progreso del motivado alumno, sacó tres títulos de su librería personal. El primero era una adaptación de Robinson Crusoe, el segundo un libro titulado: “ El misterio del colegio embrujado”, y el último un libro de fábulas, con moraleja. Los posó sobre la mesa y le dijo: - ¿Qué libro utilizarías para enseñar literatura en el aula?, y, ¿Para qué utilizarías los otros dos? Erásel pronto se lanzó para dar su respuesta. El primero lo utilizaría para trabajar una obra de adultos de forma especial, el segundo sería para trabajarlo en el aula, porque atiende a los intereses de los alumnos, y el último sería para alguna otra asignatura, como valores.

El alcalde no se sorprendió con la respuesta, porque había trabajado duro. Mas no sin pasar factura, Erásel estaba agotado, así que pasó la segunda noche descansando y comentando las maravillas de este mundo con Jeruncio.

El día siguiente comenzó con un gran desayuno, para recuperar las fuerzas consumidas el día anterior. Durante el mismo, el alcalde aprovechó para comentar la tarea del día. Erásel debería aprenderse tres textos folclóricos. La tarea de Erásel parecía cumplida cuando se lo dijo el alcalde. Se imaginaba que serían aquellas historias que recogían las vivencias del pueblo. Se dirigió a sus amigos explicándoles que en su ciudad, su querido abuelo le contaba historias de cuando era joven. Los amigos se interesan por el tema, pero llegan a la misma conclusión, esas historias no le valdrían, eran historias personales de hechos reales, lo que, al explicárselo a Erásel pronto lo entendió, tenían que ser textos transmitidos oralmente, que se fuesen transmitiendo por generaciones y no podrían tener un autor, como las de su abuelo.

Tras desayunar, Erásel, se encontraba en una situación parecida a la del primer reto, lo que el conocía de antes no le valdría, o puede que algo sí.

Para este reto tomó la decisión de pasearse por la ciudad. Se detuvo en un banco, con vistas a un lago que le recordaba al de su ciudad, en el banco se encontraba un anciano, quien comenzó a contarle una leyenda sobre un monstruo que habitaba en el lago, y solo aquel que encontró la gema en el fondo del lago lo consiguió dominar. Erásel no sabía aún qué era lo que acababa de escuchar, pero le gustó la historia y siguió su camino, agradecido con el anciano.

Un poco más adelante se encontró con unas niñas pequeñas cogidas de la mano, cantando una canción y bailando al son de la misma. Siguió hasta toparse con un tendero aburrido. Al verlo con una cara tan apática, se encomendó a contarle la historia del monstruo del lago, pero para su sorpresa, el tendero ya la conocía. Sin embargo, la historia del tendero, no era igual que la del anciano. Las dos versiones eran similares, pero tenían pequeños cambios.

Erásel se fue pensando en ello, tras comprar unas sabrosas frutas al tendero, ya no tan aburrido. Las dos versiones eran casi iguales y se las contaron dos personas que ni si quieran se conocían. Así que descubrió las similitudes, en la narrativa folclórica hay un viaje iniciático, en el caso de esta historia, el que consiguió la gema tuvo que enfrentarse a grandes retos para conseguirla. Al ir pensando en sus cosas, Érasel escuchó una melodía que le era familiar. La misma canción de antes, y no eran las mismas niñas, la bailaban igual y se cogían también. Así que decidió pararse y pedirles que le enseñasen esa canción. Mientras cantaba, bailaba y jugaba con las niñas, se aprendió varias canciones populares, que ellas mismas le explicaban sus diferentes procedencias.

Al llegar la noche, Erásel vuelve con Jeruncio y su padre, para enseñarles los resultados obtenidos con los retos. Lo primero les hace bailar con el, mostrando algo que siempre habían tenido delante y que no sabían. Un forastero les había descubierto que algunas canciones populares son textos folclóricos. Más adelante, durante la cena, les contó las dos versiones de la leyenda del monstruo del lago. Una vez terminó, el alcalde le explicó que los textos folclóricos tienen variantes según su procedencia, porque al ser textos orales, se pueden deformar según el vocabulario, que si quisiese contar alguno de los que había aprendido a sus amigos en el colegio, podría adaptarlos según el nivel que los fuese a utilizar. Le dieron por buena su búsqueda, porque las pequeñas bailarinas, le habían enseñado muchas canciones. Ya solo quedaban tres pruebas más.

Para la siguiente prueba, le propuso el reto de identificar, clasificar y explicar a los diferentes autores de literatura, en su época y su corriente, para luego poder contarlo. Encontró un montón de información acerca de los autores, pero no le llamaban la atención. Por mucho que le contasen los escritos sobre ellos, sin leer las obras no llegaba a comprenderlos del todo. Al fin y al cabo, Erásel, tan solo era un niño y las obras eran para adultos.

Fue donde su joven amigo a comentarle esta situación. Jeruncio le dio la razón y decidió ayudarle a darle una vuelta al reto. Entre los dos encontraron la clave del asunto. Tendrían que acercar la los autores a los jóvenes, de nada serviría llevar una lista de nombres y títulos sin entender nada más. Para los más pequeños, sería un sin sentido. Así que plantearon actividades que les gustaría hacer en el aula. Erásel se sentía un poco frustrado, él jamás había visto ninguna forma de trabajar especial. Así que se pusieron rumbo al colegio.

En el colegio ponía en un cartel: “Semana cultural en honor a José de Espronceda”. Al entrar al colegio, vieron a los alumnos de todos  los cursos mezclados, trabajando todos unidos en torno a un mismo tema. No había ningún alumno apartado o sin nada que hacer. El colegio estaba adornado con motivo de las obras de este autor. Las clases tenían las puertas abiertas y los profesores colaboraban con los alumnos para hacer de las actividades un aprendizaje significativo.

Erásel observó todo lo que se hacía y llegó a unas conclusiones. Que no sería necesario dedicar tanto tiempo a un autor, dependiendo del tiempo y del autor podrían hacerse actividades más puntuales. Y que trabajar los contenidos literarios son necesarios, pero todo en su momento y a su determinada manera. Así que volvió en compañía de su amigo a hablar con el alcalde. Quién al escuchar las aventuras de los jóvenes se alegró y le dio por superada la tercera prueba.

Al día siguiente el alcalde fue a despertarle personalmente, la misión que iba a encomendarle, tendría una gran trascendencia. Su hijo no mostraba gran interés por la literatura infantil y quería que se enganchase a algún libro, “Las brujas” de Roald Dahl, para poder comentarlo con algunos vecinos que se lo estaban leyendo. Este reto supondría la adquisición de unas cualidades fundamentales para su vuelta al mundo, pensaba Erásel. Tendría que convencer a los habitantes de su mundo para que se decidiesen a leer y escribir literatura.

Cogió el libro y se lo leyó rápidamente, y al terminar se fue a charlar con Jeruncio. Estuvieron charlando sobre aficiones e intereses, hasta que Erásel le preguntó si existían las brujas en este mundo, Jeruncio dijo que no lo sabía, pero que nunca había visto una. - ¿Cómo sabes que no has visto una bruja y que no te has dado cuenta? – preguntó interesado Erásel. Jeruncio pronto sacó como recurso una imagen mental de una bruja montada en una escoba, para explicarle a Eráles. Quién pronto le preguntó sobre cómo escribiría una historia de brujas. Jeruncio tenía mucha imaginación y pronto entre los dos crearon muchas posibles historias. Cuando no daban más abasto a crear versiones, Eráles estratégicamente sacó el libro de Roald Dahl. Jeruncio preguntó por él y Eráles respondía si o no, pero sin desvelar el final.

Al final del día el alcalde vio como su hijo volvía a tener interés por la literatura, y en especial, por el libro que su amigo le había recomendado. Por eso, llegó a la conclusión de la necesidad de animar a una lectura a través de actividades previas a la lectura, durante la lectura, que serían con los vecinos que leen el mismo libro y después de la lectura. Como hizo Eráles, recomendando el libro a un compañero. El alcalde aprobó los resultados del joven y se retiraron a descansar.

El último día se despertaron todos antes de la hora, la ciudad entera se había enterado de las hazañas del forastero y estaban expectantes por la última prueba. El alcalde desde el balcón hizo público su anuncio, se trataba de crear literatura.

Erásel se quedó atónito, él nunca había escrito nada. Pasó las primeras horas leyendo, palabras tan bellas que jamás alcanzaría, escritos tan artísticos que jamás realizaría, ¿qué podría hacer? En la biblioteca encontró a un autor, que le ayudaría en su camino, Rodari. Este escribía acerca de técnicas de creación. Así que utilizó algunas de ellas. Al finalizar el día, subió al balcón y recitó: 

"Ahora atrapas a alguien atado a amarte, aunque antaño arrimabas almas añoradas"

Los habitantes se enmudecieron, entre cuchicheos se comenzaron a escuchar tímidos aplausos, hasta que la masa aplaudía como si no hubiese un mañana. Todos le felicitaban y aclamaban. Le pedían más, era la persona más famosa de la ciudad. Esto era nuevo para él, pero le sirvió para entender la importancia de la creación, ponerse en la posición de los creadores para entender mejor la intención de los autores.

Así que aprovechó las últimas horas en ese mundo para seguir impregnándose de tan maravillosas obras, no solo literarias, sino pinturas y esculturas. En los últimos instantes, se encomendó la tarea de servir de inspiración en Lagumbra.

Marchó a despedirse de sus amigos quienes le brindaron unos cuantos regalos, sobretodo libros, pero el más valioso fue un consejo: "La literatura no se debe trabajar en Primaria, se debe crear la motivación para leerla."

En el viaje de vuelta estuvo pensando un buen rato. Para actuar como transmisor de todo lo que había aprendido, necesitaba echar la vista atrás. Con cada prueba había desarrollado alguna habilidad necesaria para llevar a cabo tal tarea. Al final se había formado lo suficiente para volver al mundo con grandes cosas que cambiar.

Al despertar en Lagumbra, tan solo había pasado una noche. Erásel se sentía un poco fuera de tiempo, pero entre sus brazos portaba algunos libros. Pero su primera preocupación fue su madre. Su abuelo, que dormía a su lado, en cuanto le despertó le dijo que ella se estaba recuperando. Había sido un parto duro, pero al final todo acabó bien para el pequeño y su madre. Erásel más tranquilo, comenzó su misión, un joven enfrentándose al mundo en el que vivía, para forjarlo como en el que había estado.

Años después surgiría la leyenda del hombre que visitó el mundo de los sueños, contada generación tras generación, con multitud de versiones, pero sin saber quien la creó.


Bibliografía:

Labajo, I. Literatura española, literatura infantil y educación literaria. Apuntes de la asignatura.

El libro de los 101 cuentos. (2015). Madrid, España. Anaya, cuarta edición.

Rodari, G (1983). Gramática de la fantasía. (1ª edición). España: Argos Vergara, S.A.

Bettelheim, B. (2006). Psicoanálisis de los cuentos de hadas. (1ª edición). España: Ares y Mares.


 Libro: “Psicología evolutiva en Educación Infantil y Primaria”; Carlos Martin Bravo y José I. Navarro Guzmán

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